Bomberos atienden la gran conflagración.
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“Bravo Petroleum falló en la atención de su emergencia y nos dejaron solos”

“Bravo Petroleum falló en la atención de su emergencia y nos dejaron solos”

En exclusiva, uno de los bomberos que atendió la megaconflagración dice que la empresa estaba haciendo “trabajos en caliente” en el primer tanque que se incendió.

La primera en avisar, el miércoles 21, fue una mujer. “Hay un incendio…, allá, en una empresa de la Vía 40”, desde su camioneta le gritó al vigilante de la Estación de Bomberos Las Flores, contigua a la Ventana al Mundo.

Pocos minutos después, la alarma general para todas las unidades llegó desde la Central 11 de Noviembre. De inmediato, a las 4:27 de la madrugada, la máquina 32, al mando del sargento Javier Solano Ruiz, salió con cuatro bomberos rumbo a las instalaciones de Compas Compañía de Puertos Asociados— donde ardía, junto a la paredilla contigua a la Vía 40, uno de los tanques de combustible que operaba la empresa Bravo Petroleum.

“El vigilante nos abrió y nos fuimos para la parte trasera de la empresa del lado del muelle 2 de Monómeros donde encontramos a tres operarios y a un señor moreno. Estaban muy desesperados, no sabían qué hacer: corrían de un lado para otro”.

El relato en exclusiva lo hizo uno de los bomberos que atendió el peor incendio industrial de los últimos 35 años en Barranquilla, quien pidió no revelar su identidad.

“Vimos que las llamas estaban en la parte de abajo del tanque, en un manhole”, recuerda. Como no funcionaba la red contraincendios que debía lanzar chorros de espumas y químicos refrigerantes utilizados para conflagraciones con combustibles, la orden de los bomberos a los cuatro operarios fue “enciendan la bomba y los monitores”, unas mangueras que funcionan a presión, instalados cerca de los tanques cargados con gasolina para automotores y aviones.

“La presión de la red contra incendios y el caudal no llegaban al punto de ignición. Como las llamas estaban abajo, el sargento dio la orden de actuar. Movimos la máquina para prepararnos”, recuerda.

La decisión Solano obedeció a que “el monitor que estaba frente al tanque que se incendiaba no funcionó, nunca se activó”. Como tampoco funcionaron los rociadores de químicos refrigerantes, ni los anillos que debían arrojar espuma dentro del tanque en llamas.

La máquina 32 la ubicaron en medio de los dos tanques que están del lado del río Magdalena y prepararon todo para entrar en acción. Adelante de la línea de combate del fuego iban dos bomberos, detrás de ellos avanzaban el sargento Javier Solano acompañado por una bombera y de último iba el bombero liniero, que les suministraba el material que iban necesitando.

“Cuando estábamos montando la maniobra, se levanta el piso y escuchamos un zumbido que jamás en mi vida se me olvidará: fue algo terrible porque supimos que venía una explosión, un flashover —una combustión súbita—; por eso, instintivamente, prendimos el chorro (de agua) de la manguera y nos arropamos entre todos, claro que estamos vivos de milagro, ¡Dios sabe hacer las cosas!, porque detrás de nosotros había un monitor que arrojaba espuma con baja presión, un chorro mínimo que nos caía a nosotros… ese chorro de espuma nos salvó”, cuenta consternado.

“La explosión fue hacia el lado de la Vía 40. Si hubiera cogido hacia donde estábamos, nos mata a todos”, afirma. La onda expansiva, sin embargo, derribó a los cinco bomberos. “Había más fuego y quedamos aturdidos en el piso. El sargento fue el primero en levantarse y comenzó a llamarnos por nuestros nombres. ¡Salgan, salgan!, nos gritaba. En ese momento, un andamio que estaba pegado al tanque incendiado cayó sobre nosotros. Al sargento lo golpea de frente, en la cabeza y el pecho. Murió”.

Al verlo en el piso y atrapado por el fuego, para evitar que su cuerpo se calcinara, los bomberos engancharon el arnés (DRD) que tenía la pesada chaqueta de seguridad de Solano Ruiz y lo jalaron hasta una zona segura.

“Bombero caído… bombero caído”, le comunicaron, con desespero, a la Central. En ese momento ya habían llegado las demás unidades despachadas desde las estaciones 11 de Noviembre, La 17 y El Edén. Durante 40 minutos le hicieron reanimación cardiopulmonar al sargento. “Fue una eternidad, la ambulancia demoró ese tiempo en llegar”, lamenta.

En su relato, el bombero llama la atención sobre qué hacía un andamio pegado al tanque si éste tiene su propia escalera. “La experiencia indica —afirma— que cuando hay andamios en los tanques, es porque están trabajando en caliente”.

¿Qué son trabajos en caliente?, le preguntamos, a lo que respondió: “son trabajos con soldadura, de pintura o de mantenimiento. Estos trabajos los pueden hacer, pero con el tanque vacío”.

En medio de su desasosiego, y con base en lo que conocen de este tipo de instalaciones, el bombero rechaza la hipótesis de que un cortocircuito causó el incendio. “No puede ser, porque ¿cómo van a tener algo eléctrico cerca de una bomba de tiempo como lo es un tanque lleno de combustible?”, pregunta, y afirma que “todos los sistemas (de esos tanques) son mecánicos, válvulas, cierres, tubos, etc.; incluso, el tanque lo llenan por gravedad, no con un sistema eléctrico. Así que no entendemos por qué dicen que fue un cortocircuito. Ahí estaban trabajando en caliente”, insiste.

“Si ese andamio no hubiera estado ahí, el sargento estaría vivo”, se duele.

Cuestiona que Bravo Petroleum no tuviera brigadistas o a alguien que manejara la situación, que conociera la planta y les hubiera informado la cantidad de gasolina que contenía cada uno de los cuatro tanques que están muy contiguos.

“Nunca nos mostraron un plan de emergencia; de pronto, el sargento se dejó llevar por la adrenalina, por su deseo y vocación de ayudar. No teníamos que entrar a la zona caliente del incendio. Nos duele su muerte”, expresa.

¿Entonces, qué pudo ocasionar el incendio en el manhole?

“Tal vez arriba (del tanque) estaban soldando y cayó una chispa. Esos trabajos, repito, los hacen cuando un tanque está vacío y para ello las empresas disponen de brigadistas, equipados con extintores de CO2, que están pendientes a las chispas que vayan cayendo y las apagan enseguida. De pronto ellos no tomaron esa precaución y, de pronto, el incendio lo causó una chispa de soldadura”, comenta.

No duda en afirmar que Bravo Petroleum “falló en su parte operativa. Eran los primeros respondientes de su emergencia, pero no lo hicieron. Nosotros llegamos como apoyo, pero nos abandonaron, nos dejaron solos. Lo dice porque cuando se presentó la explosión, las cuatro personas que estaban en el patio salieron y se fueron.

Sostiene que la emergencia pudo prevenirse. “La empresa debía tener personal capacitado y brigadistas para atender la emergencia de manera rápida y eficaz, pero en ese momento no había nadie que respondiera”, acusa.

No duda en afirmar que si el sistema contraincendios se hubiera activado, el sargento Javier Solano “no hubiera metido la máquina hasta la zona caliente, pues hubiéramos encontrado que todo estaba bajo control”.

Tras vivir tan dramática situación, y ante el riesgo al que estuvo expuesta toda Barranquilla, considera que es necesario que “de manera constante” a las empresas que manejan combustibles, químicos y otros líquidos peligrosos les hagan un “seguimiento permanente y les exijan cumplir todos los protocolos de seguridad”.

Al sargento Javier Solano, que llegó a la Estación Las Flores a hacer una vacaciones, los hombres que estaban bajo su mando lo recuerdan como un “hombre contento, que se reía por todo”; un buen jugador de fútbol que en el equipo de los bomberos lo utilizaban en diferentes posiciones; un “buena gente” que le gustaba ayudar, tanto que el 17 de diciembre, un día antes de la final del Mundial de Catar, dejó que un viajero argentino, que recorre el continente en bicicleta, durmiera y se bañara en la Estación Las Flores.

Lo que más desea es que le den a conocer a la ciudad la investigación sobre lo sucedido, y que estos hallazgos dejen lecciones que eviten futuras emergencias.

“Hay que hacerlo porque la Vía 40 es una bomba de tiempo con este tipo de compañías”, afirma.

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