Amigos dan a conocer las feroces agresiones a que era sometida la universitaria e instructora de yoga de parte de su pareja. Investigación de la Fiscalía no avanza.
Por José Granados Fernández
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Cinco meses después de la muerte violenta de Valentina Cepeda Rodríguez, 22 años, no hay ningún resultado en la “investigación priorizada” que la Fiscalía General les prometió a sus padres y a las organizaciones defensoras de los derechos de las mujeres, quienes afirman que “su caso fue un feminicidio y no un suicidio”.
El pasado 10 de abril, los médicos de la Clínica Porto Azul declararon su muerte tras haber llegado agonizante, transportada en una moto de la Policía Nacional que hizo las veces de ambulancia desde el Multifamiliar Torres de Villa Campestre, en Puerto Colombia, donde vivía con su pareja Álvaro Felipe Rivera Ramírez, 44 años, sospechoso de su deceso.
“Valentina no se suicidó, a Valentina la mataron”, claman en cada protesta y plantón por lo sucedido.
En medio de los reclamos por la falta de celeridad en la investigación y la exigencia de justicia, ahora se sabe que, antes de formalizar su unión, la joven perdió un bebé de pocas semanas de gestación por “unas patadas” que Rivera le propinó. Ella, con vergüenza, se lo contó a allegados. Sus padres sabían del embarazo, pero no tenían idea de las razones del lamentable desenlace.
30dias.co dialogó con amigos de la universitaria e instructora de yoga, quienes revelaron más detalles del “infierno familiar y personal” que sufrió desde enero de este año cuando se mudó a vivir con su pareja.
Por lo que Valentina les contó, afirman que Rivera Ramírez fue un “agresor permanente; un “maltratador” de palabras y humillaciones verbales y un “manipulador” y “controlador” de ella.
“Si alguien se acercaba a Valentina, él le generaba conflictos. Esa fue su forma de aislarla”, enfatiza Camila Sánchez, quien la conoció cuando estudiaron un semestre de biología en la Universidad del Atlántico.
“Valentina —afirma— era una joven berraquita, inteligente, que siempre estaba en busca de crecer personalmente, pero la relación con este tipo la cambió de manera radical. Ya no era la amiga que llamaba o con la que uno podía salir cuando sabía que estaba en Barranquilla. Desde enero, cuando se fueron a vivir, ella me contó que tuvo problemas, y me dijo que los miedos que tenía de él se cumplieron”.
Fue a Camila a la que le contó, el 22 de febrero en un chat, que Rivera la acababa de golpear. “Me aplicó jiu-jitsu y me ahorcó”, le dijo haciendo referencia a una de las llaves de arte marcial —deporte que ella y él practicaban—que puede resultar mortal en segundos cuando una persona es sujetada de manera fuerte por el cuello.
“Él es un arma letal (…)”, le escribió Valentina a su amiga.
GOLPEADA
Así como Álvaro Rivera le exigió en febrero a la joven fallecida que les dijeran a sus padres, Deivi Cepeda y Lourdes Rodríguez, que no fueran al apartamento, su comportamiento con los amigos de Valentina era agreste, distante.
Ese 22 de febrero, Camila fue al apartamento dispuesta a llevársela. “La encontré golpeada”, revela, y recuerda que el marido, sentado en un rincón de la sala, le dijo: “deberías dejarme hablar; si sólo escuchas la versión de Caperucita, el lobo siempre es el malo”.
Por más que le insistió en que se fueran del apartamento, Valentina se quedó, no sin antes pedirle a Camila, como lo hizo con otros de sus amigos en situaciones similares de agresión, que no le contara nada a sus papás.
Después de esa golpiza le respondía a su amiga con monosílabos: “todo bien”, “no pasa nada”, “no hay problemas”, le decía cuando le preguntaba cómo estaba.
Tras la muerte violenta, hoy su amiga siente que con esas respuestas le ocultó muchas cosas porque Camila le reclamaba a Rivera sus malos tratos.
“Ella me negó todo el tiempo que estaba mal para no causarme problemas, para que no me preocupara”, insistió Sánchez en su diálogo con 30dias.co.
AISLARLA, UN OBJETIVO
Amigos de la academia de artes marciales donde Valentina Cepeda practicaba recuerdan que iba todos los días a sus entrenamientos, pero cuando comenzó la relación marital dejó de hacerlo.
Por los mensajes de wasap y conversaciones personales esporádicas que tuvieron con ella después de comprometida, supieron que desde el primer mes el marido la golpeaba y la insultaba; la echaba del apartamento; la mandaba a callar cuando opinaba de algo y le exigía que trabajara porque el dinero no les alcanzaba, pese a que él cuando fue a pedir su mano, en noviembre de 2023, les dijo a don Deivi y a doña Lourdes que “a su hija no le va a faltar nada”.
“Este man llega y le ofrece el cielo y las estrellas, pero ella resultó estrellada por los malos tratos que él le daba”, lamenta una de sus amigas.
MORETONES EN SU CUERPO
Las pocas veces que regresó a entrenar lo hizo con camisa y licra larga. Ya no iba en camisilla y short.
¿Por qué razón cambió su vestimenta deportiva? La explicación la encontraron cuando vieron que ella ocultaba los moretones que tenía en los brazos y las piernas. Les decía a amigas que se los había hecho practicando jiu-jitsu, pero después ella les confesó que Rivera la golpeaba.
De esos golpes ella dejó registros fotográficos en su celular, hoy en poder de la Fiscalía e investigadores judiciales. Al respecto, Alejandro De Santos, un amigo que vive en España, relata: “en cuanto a las agresiones que Valentina me fue contando, la primera fueron unas fotos que me envió en la que tenía el brazo amoratado (…)”.
Igualmente, señala que en esa oportunidad ella le dijo que el agresor “le aplicó un triángulo de pierna (una llave de jiujitsu) en el que la dejó prácticamente sin conocimiento y aflojó al ver que se desvanecía”.
Además de los golpes en su cuerpo, la joven le confió a un par de amigas que en carnavales fue abofeteada, porque quería ir a una fiesta y su pareja se negaba a salir.
En su sitio de residencia, vecinos cuentan que en varias oportunidades la vieron “caminar muy lento, como cuando una persona recibe golpes”; otros recuerdan que varias veces, a pesar del calor, la vieron vestir una chaqueta manga larga y un vestido largo. ¿Era para taparse los moretones?, surge la pregunta.
UN MANIPULADOR
Otro testimonio que logró 30dias.co fue el de Karla Recuero, con quien practicaba yoga. Recuerda que el 15 de febrero fueron a la playa a hacer un poco de surf, otro deporte que practicaba Valentina, y esta le contó que tenía problemas en casa.
“Creo que ella no quería fracasar en esa relación y no vio las agresiones que recibía como una alerta roja”, opina Karla.
Era tal el sometimiento psicológico que Rivera ejercía sobre su joven mujer que para generarle conflictos con las amigas —en busca de que se apartara de ellas— le decía que varias lo coqueteaban.
También se burlaba de su aspecto físico. “Él me dice que estoy gorda”, le contó a su amiga estando en la playa. “Eso era puro maltrato psicológico”, opina Recuero.
“Por eso, le dije a Vale que cuando se pierde el respeto, la relación se daña y es difícil recuperarla”, recuerda Karla.
También le hizo ver que Rivera era “un manipulador”.
Un ejemplo de ello fue que el 22 de febrero, después de pegarle, él amenazó con lanzarse al vacío y le dijo a ella que también debía tirarse.
“Al verla así de preocupada, mi consejo fue que se fuera del país, con sus padres, que se iban a vivir a Canadá”, expresa la amiga.
La decisión de irse del país sólo la tomó Valentina el 6 de abril, luego de que Álvaro Felipe Rivera le diera varias cachetadas y le rompiera la boca, hasta hacerla sangrar y dejarle uno de sus labios enganchado en los brackets de su tratamiento odontológico.
Tras ser golpeada nuevamente, decidió acabar la relación. Tuvo la fortaleza para llamar a sus padres y decirles lo que había pasado. Los vecinos llamaron a la Policía, pero los uniformados no la protegieron. Dejaron al agresor en el apartamento a pesar de que ella les informó lo que le había sucedido y vieron las lesiones que sufrió.
La decisión de irse y dejar al maltratador no pudo lograrla: el 9 de abril en la mañana, la Policía volvió al apartamento al recibir un llamado de urgencia de vecinos. El agresor Álvaro Felipe Rivera les dijo a los uniformados que Valentina, tirada en la puerta del inmueble, había intentado suicidarse. En la Porto Azul dijeron que llegó sin signos vitales. El 10 murió. Ese día cumplía 23 años.
Angustiados y desesperados, Deivi Cepeda y Lourdes Rodríguez siguen yendo de oficina en oficina en la Fiscalía y la Procuraduría buscando justicia, y denunciando que la muerte de su hija menor fue un feminicidio.