Valentina Cepeda Rodríguez, en una meditación de yoga.
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Los chats del infierno que vivió Valentina Cepeda: “nuestra hija fue asesinada, no se suicidó”

Los chats del infierno que vivió Valentina Cepeda: “nuestra hija fue asesinada, no se suicidó”

30dias.co tuvo acceso a los mensajes en los que la joven muerta violentamente el 10 de abril les contaba, desesperada, a amigos el agresivo trato de su pareja, Álvaro Felipe Rivera Ramírez, experto en jiu-jitsu, una clase de defensa personal que puede resultar mortal.

Por José Granados Fernández
X @JoseGranadosF

2024

22 DE FEBRERO
Chat con Cami, amiga:
“Me golpeó. Aplicó jiujitsu y me ahorcó. Él es un arma letal (…)”.

Chat con Alex, amigo español:
“(…) todos los días medita leyendo la Biblia para conectar con Dios y prá… saca su jiu-jitsu bien sacado y dice: yo soy el que está cerca, tú no. Joda, estoy en un hueco negro, Alex”.

Chat con Yaya, amiga:
“Me aburrí de este man (…) de sus maltratos psicológicos”.

6 DE ABRIL
Chat con Alex:
Me cascó. Me dio 4 cachetadas. Acá está la Policía. Me partió la boca”.

Chat con Edith, la empleada doméstica:
“Edith, la última vez que me ahorcó, y te tocó limpiar la pared, esa vez duré como tres días sin comer (…) yo sigo trastornada desde el 22 de febrero de 2024”.

Espeluznantes. Así son los mensajes hallados en el celular de Valentina Cepeda Rodríguez, 22 años, que dan cuenta del infierno que vivió desde enero al lado de su pareja Álvaro Felipe Rivera Ramírez, quien hace cuatro meses les dijo a las autoridades que ella se suicidó, pero hoy, luego de lo que han descubierto, los padres de la joven no dudan en afirmar que “se trató de un feminicidio; él la sometió a repetidas agresiones físicas y psicológicas”.

El 9 de abril, agonizante, Valentina fue llevada a la Clínica Porto Azul en una moto de la Policía, luego de que Rivera Ramírez, 44 años, pidiera ayuda a los vecinos porque ella, supuestamente, “intentó ahorcarse” en el apartamento en el que vivían, en la Torre 5 del Multifamiliar Torres de Villa Campestre, en Puerto Colombia.

“Los médicos nos dijeron que llegó con muerte cerebral y sin signos vitales. La reanimaron, su corazoncito respondió levemente, pero sus órganos no: al día siguiente, el 10, declararon su muerte. Ese día cumplía 23 años”, narra conmocionado su padre Deivi Cepeda Díaz.

Luego de sobrevivir a un infarto, producto de la dolorosa tragedia familiar, el progenitor ya no llora, sino que cuestiona que nada ha pasado después de la muerte.

“Mientras el responsable del asesinato sigue libre y se burla de la justicia, la Fiscalía de manera indolente, actúa con negligencia y desidia en la investigación. No avanza. No sabemos nada”, enfatiza en diálogo con 30dias.co, y denuncian que la familia de Rivera tiene vínculos con el poder judicial en Santa Marta y Bogotá, por lo que sospecha que haya alguna interferencia o favorecimiento para no investigar la verdad, lo que sucedió.

AGRESIÓN PREVIA A LA MUERTE

Instructora de yoga titulada de Brasil y Argentina; practicante de jiu-jitsu y karate; estudiante y pasante de octavo semestre de Licenciatura en Educación Infantil en la Universidad del Atlántico; estudiante de un diplomado virtual de Gerencia de Proyectos en una entidad anexa a la Universidad de Asturias, España; cantante y bajista; amante del surf; hábil y creativa tejedora en macramé; bilingüe; cultivadora de hongos medicinales para vender, el día a día de Valentina era el de una joven exitosa, muy alejado de tener deseos de hacerse daño.

En cambio, su muerte violenta fue precedida de una brutal agresión de parte de su pareja.

En la mañana del sábado 6 de abril Álvaro Rivera la golpeó con tanta fuerza que uno de sus labios le quedó enganchado en los brackets de su tratamiento odontológico. Llorando, llamó a sus papás y les informó, como nunca lo había hecho, que él le pegó.

De esa agresión ella se tomó una foto y preparó una publicación para Instagram, pero no la dio a conocer. “Como cuando te pegan tremendas cachetadas hasta que te pegan el cachete al labio”. “Para que cualquiera sepa que el profe de jiu-jitsu es un bárbaro”. Eso decían los dos mensajes dirigidos a @piperivera1980 @graciecolombiasantamarta (la escuela de artes marciales donde lo conoció) @kanehbosemcol y escribió: “agresor”.

“Cuando ella nos llamó, nos fuimos para allá y la encontramos sangrando”, relata Cepeda, en compañía de Lourdes Rodríguez, su esposa y madre de Valentina.

El padre acusa de “negligentes” a los Policías del Cuadrante que llegaron ese día al apartamento. Lo dice porque, pese a la evidente agresión, dijeron que no podían capturar al victimario ni aislarlo de Valentina.

Por desidia o desconocimiento, los agentes ni siquiera llamaron a la Línea Púrpura, promocionada por las autoridades policiales y administrativas con bombos y platillos para atender ese tipo de casos.

Por el contrario, ante los padres y la víctima sacaron excusas para no llevarse al maltratador. Dijeron que no podían entrar al apartamento porque “estaba prohibido”; también argumentaron que tenían que dejar el caso “para el lunes, porque ese día (sábado) no había una Comisaría abierta” en Puerto Colombia. Sin embargo, ante la agresión que pudieron constatar, los dos uniformados debieron arrestar y poner a Álvaro Rivera a disposición de la Fiscalía por violencia intrafamiliar y de género.

“Policías actuaron con negligencia”

UNA RELACIÓN ATERRADORA

El 6 de abril, Valentina dio por terminada la relación marital. No aguantó más.

Fue cuando les contó a sus papás y a los policías que “en varias ocasiones” Rivera la había agredido. Les reveló que el 22 de febrero él le hizo una llave de jiu-jitsu sujetándola fuertemente con su brazo derecho alrededor del cuello, pero ella tosió porque la estaba asfixiando; él la soltó y logró zafarse.

De esa agresión, los padres encontraron en el celular una foto que Valentina se hizo en un espejo. Estaba en camisilla y su piel se veía lacerada, enrojecida, por la llave conocida como ‘Mataleón’ que el agresor le aplicó violentamente.

“Trató de estrangularla”

Pero esa no fue la única agresión con jiu-jitsu. Después de la muerte, un alumno de Valentina le contó al padre que ella le había informado que en otra ocasión Álvaro Rivera la atacó con una llave. En ese caso ella se desmayó. Asustado, el atacante la sacó en el carro para llevarla a una clínica. “Como reaccioné, nos devolvimos al apartamento”, le dijo a su amigo.

Expertos en artes marciales explican que el ‘Mataleón’ es una llave de sumisión, una técnica que puede resultar letal. Cuando se ejerce presión en el cuello de una persona, después de 8 segundos, sufre un desmayo producto de que se corta el flujo sanguíneo al cerebro. Cuando la persona pierde el conocimiento no se debe seguir apretándole el cuello porque puede sufrir muerte cerebral.

En febrero, tras agredirla, Rivera intentó, o fingió, lanzarse por la ventana de apartamento. En el celular aparecen fotos de él con las manos en señal de perdón.

LA ECHABA DEL APARTAMENTO

“Además de agresor y asesino de nuestra hija, era un manipulador psicológico. Hacía las cosas, después le decía que se arrepentía para que ella sintiera compasión por él”, expresa Cepeda Díaz.

Sus certezas tienen que ver con otros hallazgos en el celular, pues las agresiones también eran verbales, al punto de echar a Valentina en varias ocasiones del apartamento, como ella les contó a sus amigos.

De acuerdo con la trazabilidad de los mensajes, a los pocos días de que se fueron a vivir juntos, la echó y ella se lo reclamó: “un man que echa en la primera semana, gas; un man que USA eso para amenazar, gas. Un man que no es capaz de hablar, sino que habla con sus papás (…)”.

Igualmente, tuvieron líos porque Rivera quería sacar del apartamento a Hanna, la perrita Schnauzer de ella, a pesar de que él tenía dos gatas y Valentina se las cuidaba.

Por los mensajes encontrados, existían otras dificultades. En una conversación, al parecer antes de que formalizaran la relación, Álvaro Rivera le confesó a Valentina su frustración por los problemas de virilidad que tiene, y por “saber que no satisfago sexualmente a la mujer que escogí y que amo, es una tortura diaria”, se lee en el chat.

Ella, cuenta su mamá Lourdes, le respondió: “amor, tranquilo, para eso hay médicos, hay terapias. Yo te voy a apoyar”.

“SOLO QUIERO QUE TERMINE TODO”

Tras su muerte, en el celular, como en el caso de febrero, sus padres encontraron guardados registros gráficos de otra golpiza. Se fotografió frente al espejo y en el brazo izquierdo se veían, por lo menos, cinco grandes moretones.

Antes de que los Policías del Cuadrante se fueran, como Valentina decidió acabar la relación, los papás lograron dos acuerdos con el agresor, que documentaron en un video. Como Álvaro Rivera se gastó 13 millones de pesos que su hija tenía en la cuenta bancaria, se comprometió a devolverlos en dos cuotas; asimismo, que pagaría la mensualidad del apartamento hasta que se mudara. El inmueble lo arrendó la familia de ella, porque él no tenía vida crediticia.

Al ver el peligro de Vale, como cariñosamente le decían los amigos, su papá y su mamá le insistieron que se fuera con ellos a la casa en el barrio Lucero, en Barranquilla. “No me iré por la puerta de atrás —les respondió—. Parte de lo que está aquí es mío”.

Se quedó, les dijo que iba a salir con un amigo. Como eran aproximadamente las 7 de la noche, les pidió que se llevaran su carro y que se lo devolviera en la mañana para irse a la playa. También les anunció que el lunes iría a la UniAtlántico a congelar el semestre y al jardín infantil Cascanueces a informar que se retiraba de las prácticas.

“Mi hija era una mujer tranquila, que se enamoró de este tipo y sentía compasión por él”, recuerda con tristeza Lourdes Rodríguez. Lo dice exhibiendo un chat del domingo 7 de abrilen el que la joven, pese a los golpes que sufrió en la cara y la boca el día anterior, le expresó a su amigo Alejandro De Santos, residente en España: “(…) y la verdad estuve pensando mucho, y no estoy bien con (Álvaro) Felipe, pero no lo quiero afectar demasiado, entonces lo llevaré a playa para que no se sienta tan señalado, tan afectado y solo… ayer lo odiaba, hoy siento pesar y me siento tranquila de saber que no voy a tener más nada”.

“Ya desistí —le escribió a Alex con determinación—. Solo quiero que termine todo tranquilo, y me voy a Canadá”.

Tras la golpiza, en el celular de Valentina aparece un mensaje del agresor. “Me siento mal porque desafortunadamente hoy toqué fondo”, volvió a decirle, y le pidió que lo perdonara por varias de las cosas que ese 6 de abril sucedieron.

“(…) perdón por haberte hecho lo que te hice y te dije, perdón por haberte cacheteado 2 veces y escupido (…) perdón por haberte gritado y haberte halado a la fuerza”. Álvaro Rivera afirmaba:“soy un asco”.

“SOY VÍCTIMA DE VIOLENCIA INTRAFAMILIAR”

Desde la mañana del lunes 8 de abril, Valentina Cepeda comenzó las diligencias para pausar sus compromisos laborales y académicos. En la tarde, fue a la UniAtlántico. No se sabe si llevó a Rivera o si este se presentó al alma mater. Ella informó que iba a congelar el semestre, entonces la enviaron al Programa de Salud Mental, que es un requerimiento administrativo para que explicara el porqué de esa decisión.

Mientras su pareja caminaba detrás, ella tomó del brazo a la representante estudiantil del programa de Violencia de Género que la atendió y le dijo en voz baja: “…estoy siendo víctima de violencia intrafamiliar”, les contó la alumna a sus padres cuando fueron a indagar qué había pasado el día que estuvo en la universidad.

La representante estudiantil la llevó a la consulta con la psicóloga Karla Velilla Colón. Su agresor se sentó afuera y se identificó como un amigo, mas no como su pareja.

Hablando en pasado, seguramente para reforzar su decisión de acabar la relación, Valentina le relató a la psicóloga el calvario que había vivido en los últimos 4 meses: “Nos fuimos a vivir juntos, pero la relación empezó a tener problemas. Él (por) cualquier cosa que no le gustaba, me echaba del apartamento. Yo me iba a trabajar y cuando regresaba continuaban las discusiones. En un mes llegó a echarme 4 veces”, relató, y contó lo de las cachetadas como si fuera algo viejo, cuando habían pasado solamente dos días.

“Él —detalló la estudiante en la evaluación psicológica— me vivía diciendo, cada vez que peleábamos, que iba a llamar a mi familia, porque para él todo era culpa mía. Pero ese día yo tomé la decisión de llamar y mi mamá me dijo que yo no sabía cuánto ella anhelaba el día en que yo la llamara a contarle lo que estaba sucediendo”.

TRANQUILA Y ALERTA, DICE PSICÓLOGA

Le explicó a la psicóloga que había decidido irse con sus padres, el 20 de abril, a vivir a Canadá, donde está su hermano. Su preocupación era marcharse y perder la carrera, pues solo le faltaban tres semestres para terminar. “Quería saber si aquí me podrían dar un informe para ayudarme a que me guarden mi cupo. Me dio tanta vergüenza tener que haber recurrido a mis padres por esa situación. No quería que ellos se preocuparan por mí”, le expresó a Velilla Colón.

Luego de las recomendaciones que le dio, la psicóloga Velilla escribió, en el informe en poder de 30dias.co, que Valentina “se tranquilizó y aceptó que lo mejor era estar en otro lugar”. “Sonrió y agradeció la atención, mostrándose receptiva ante la orientación”.

Llama la atención que en la evaluación quedaron registradas las cicatrices de la violencia intrafamiliar a la que había sido sometida la joven: “se evidenciaron moretones en sus antebrazos. Al preguntarle al respecto, explicó que eran el resultado de los maltratos que había sufrido por parte de su expareja y que le habían quedado”.

En cuanto al examen mental, la psicóloga concluyó que observó que Valentina “estaba tranquila, alerta y orientada en tiempo y espacio, tanto en cuanto a ella misma como a su entorno. Su pensamiento era lógico, y su lenguaje coherente, claro y bien articulado. No se evidenciaron alteraciones en la memoria ni en la sensopercepción”.

Es decir, Karla Velilla no encontró asomo de que estuviera en un estado depresivo.

Al salir, Valentina le informó a su papá que había congelado su semestre para asegurar su cupo. “Mi amor, te felicito por esta decisión, me estás mostrando tu grado de madurez y responsabilidad”, le dijo él emocionado.

LA MUERTE VIOLENTA

A las 8:59 de la mañana del 9 de abril, Deivi Cepeda estaba comprando pescado en el Centro. Recibió una llamada inesperada. La operadora de una empresa de ambulancias le preguntó si autorizaba el traslado de Valentina Cepeda a un centro médico. Como no sabía de qué le hablaban, respondió que era una equivocación y que su hija estaba bien; pero la alerta de la operadora lo dejó muy asustado: de manera tajante, le informó que ella necesitaba ser llevada a una clínica. Todo indica que Rivera Ramírez llamó a la ambulancia y dio el nombre del padre para que autorizara el traslado.

A las 9:01 Deivi Cepeda llamó a su hija, pero no le contestó.

De inmediato, a las 9:02, llamó a Rivera. Este le respondió. “Señor Deivi, su hija está encerrada en el cuarto, gritando, está desesperada”. El padre le dijo que entrara, que si era necesario partir la puerta, que lo hiciera. Sin embargo, recuerda que “aunque él me decía que Valentina estaba gritando, yo no escuchaba esos gritos a pesar de que es un apartamento pequeño”.

A las 9:05, Rivera Ramírez le devolvió la llamada al padre y le dijo: “Valentina se colgó”.

Vecinos socorrieron a la joven que había sido arrastrada por su pareja hasta la puerta del apartamento. Cuando la bajaron, un exdirector de la Fiscalía que vive allí le dio respiración boca a boca. Debido a que la ambulancia no llegaba, la montaron en la moto de los Policía del Cuadrante. Desgonzada y agonizante, si es que no estaba muerta, sus pies rozaban contra las piedras de la vía en reparación y sus dedos quedaron lacerados.

Cuando sus padres llegaron a la Porto Azul les informaron que estaba en Cuidados Intensivos en estado muy crítico.

En la madrugada del 10, el día de su cumpleaños, les informaron de su muerte.

MUCHOS INTERROGANTES

Deivi Cepeda no para de hablar: “Él premeditó todo esto. (Álvaro) Felipe dice que ella se colgó, pero ¿cómo una persona puede colgarse arrodillada?; dice que ella se encerró, pero después se contradijo y manifestó que él pasó por la habitación y la vio en el piso con la tela de su columpio de yoga amarrada en el cuello, cuando con ese elemento no es fácil hacerse un nudo en el cuello y menos apretarse.

“¿Por qué él no me llamó a mí, sino que llamó a la universidad, a la Línea de Vida, número que consiguió cuando fue a esa oficina? Llamó a las 8 de la mañana a la universidad, una hora antes de que yo me enterara. En la llamada a la universidad se identificó como amigo de la estudiante, no como el marido, dice el informe. Les manifestó que Valentina estaba muy alterada y les dijo que ella le había expresado su deseo de tomar Clonazepam, cuando él es el que toma esa y otras pastillas, y consume marihuana. En el apartamento tenía un pequeño cultivo.

El montó toda esa coartada. Si ella tomó Clonazepam fue porque él se la dio, para someterla, para adormecerla, y poder aplicarle la llave de jiu-jitsu. En una foto que tomamos cuando estaba entubada, ella no presentaba moretones ni marcas de una soga para ahorcarse, pero sí se le veía una leve inflamación en el lado derecho del cuello, seguramente producto de que él le aplicó la llave. De eso no queda rastro, nos dijeron expertos en artes marciales”, afirma el padre.

Además, Cepeda Díaz se pregunta “¿por qué no dio su nombre a la operadora de la ambulancia, acaso para que no lo identificaran y sí dio el mío como papá de Valentina?”

“¿Cómo es posible —añade— que cuando se comunicó con la universidad y le dijeron que llamara a una ambulancia para que llevara a mi hija a un centro asistencial, él respondió que no podía, porque tenía que irse a trabajar, cuando él trabajaba ahí en el apartamento?”

Lourdes Rodríguez se pregunta, a su vez, por qué en la clínica el agresor le decía a una tía de Valentina que “no se preocuparan, que ella en 3 o 4 horas iba a despertar”, que al mediodía del fatídico 9 de abril iba a estar bien. ¿Acaso pensaba que era un desmayo como el que había tenido en una de las agresiones anteriores por la llave ‘Mataleón’?

“TENGO MIEDO”, EL ÚLTIMO MENSAJE

El padre de Valentina reveló a 30dias.co que el 9 de abril, poco antes de la tragedia, su hija le escribió a un empresario que había sido su alumno en los cursos de yoga. Lo hizo a las 8:19. El mensaje de la joven decía: “Tengo miedo”. El empresario le respondió minutos después con dos signos de interrogación y le escribió “por qué”, pero no obtuvo respuesta.

Valentina presentía lo peor. Él la asesinó

Hoy se cumplen 4 meses de la muerte violenta de Valentina Cepeda Rodríguez. Más allá de las promesas de la Fiscalía y de la Procuraduría, de que están investigando y acompañando a sus padres, nada en concreto ha pasado.

Por eso, el 2 de agosto, Deivi Cepeda y Lourdes Rodríguez radicaron “con gran preocupación y angustia” una queja ante la Comisión seccional de Disciplina Judicial por la lentitud y la falta de resultados de parte de la Fiscalía.

“El ente acusador ha mostrado la más lamentable desidia en la investigación del feminicidio”, enfatizan. Expresan que, sin el más mínimo compromiso, la respuesta que les dieron al preguntar sobre el caso fue que “el fiscal se fue de vacaciones, porque tenía tres vencidas, y la asistente se encontraba incapacitada”.

“Después de prácticamente cuatro meses de sucedidos los graves y lamentables hechos, nos sentimos doblemente victimizados por la acción negligente del ente acusador; por ejemplo, el celular de nuestra Valentina sigue en poder del investigador sin pasar el informe de todas las pruebas que inculpan al feminicida que sigue burlándose de la justicia feliz en Santa Marta”, cuestionan en la misiva.

“Es claro y evidente que el feminicida de nuestra hija manipuló la escena del crimen y plantó las pruebas falsas a través de llamadas”, le dicen a la Comisión de Disciplina Judicial; reafirman que Álvaro Rivera, “después de asesinarla, aplicando vilmente los conocimientos de artes marciales, orquestó un drama ante los vecinos pidiendo ayuda con el cuerpo de nuestra hija cerca de la puerta de salida del apartamento”.

INVESTIGACIÓN NEGLIGENTE

En ese actuar negligente que denuncian Cepeda y Rodríguez se destaca que la Fiscalía no se ha interesado en llamar a testificar a varias personas, entre ellas a Alexander De Santos, quien desde España le envió dos correos electrónicos, el 6 y el 21 de junio, al fiscal Francisco Cuesta, pidiéndole que le reciba su testimonio y las pruebas que posee de lo que Valentina Cepeda le informaba sobre la violencia que sobre ella ejercía su pareja.

La Fiscalía General anunció la conformación de una comisión investigadora de expertos para investigar el caso de Valentina Cepeda y el de otras mujeres. “Pero no sabemos nada. Si vinieron, no nos han llamado”.

Ante la inexplicable lentitud en la investigación, insisten en mencionar el vínculo de familiares de Álvaro Rivera Ramírez con el poder judicial.

Los padres también cuestionan a Medicina Legal porque, a su juicio, entregó un “informe ambiguo, diciendo que la muerte no se podía tipificar como feminicidio ni como suicidio”. Deivi Cepeda asegura que, presuntamente, la directora seccional, Maryori Cervantes, le dijo que quien había hecho eso “era una persona muy inteligente”.

“Yo le respondí: ¡ah, estamos, entonces, ante el crimen perfecto!, a lo que ella me dijo ‘no estoy diciendo eso’”, recuerda el padre indignado.

Cuestionan también a la Procuraduría General. El Ministerio Público, con pasmosa reacción, solo el 26 de junio, dos meses y medio después de la muerte violenta, constituyó una agencia especial para vigilar el proceso que lleva la Fiscalía por el “delito de feminicidio, siendo víctima Valentina Cepeda Díaz”, pero apenas el pasado jueves, 8 de agosto, llamaron a los padres a preguntar en qué va la investigación. No se sabe que ha hecho el procurador Antonio Padilla Oyaga.

“Esto es pura indolencia”, insisten Deivi Cepeda y Lourdes Rodríguez.

Como en otros casos de feminicidios, de mujeres asesinadas o víctimas de violencia intrafamiliar —recuérdese el doble feminicidio, el 18 de diciembre de 2021, de Margarita Gómez Márquez, embarazada de seis meses de su hija Sarita o el extraño suicidio de Madelayne Ortega, el 18 de diciembre de 2019, en la UniAtlántico donde había más de 20 personas en una toma estudiantil— el peligro que se corre por la muerte de Valentina es que la impunidad también le gane a la Fiscalía y a la justicia.

“¡Exigimos justicia!, expresan sus padres y el Bloque Feminista que hoy celebrarán una velatón a las 6:00 p.m. en la Catedral Metropolitana María Reina.

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