Plásticos de diferentes formas y tamaños son los principales desechos que afectan los ecosistemas, dice investigación de la Universidades Simón Bolívar, Cadiz y Justus Liebig.
A la tala descontrolada y el desecamiento o el desvió de fuentes de agua dulce que destruyen los manglares, la creciente acumulación de basuras, en especial plásticos, se suma silenciosamente a los factores que amenazan con daños irreversibles de estos ecosistemas en Colombia, afectación antrópica que pone en riesgo hábitats que son valiosos para la producción de peces, crustáceos y otras especies.
Además de ello, la acumulación de microplástico en el mar y los ríos se convierte en otro “potencial enemigo”, de efectos poco conocidos hasta ahora, para la salud de los humanos.
La advertencia la hacen investigadores de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla, quienes, junto con estudiantes del programa de Microbiología; el Centro de Investigaciones Oceanográficas e Hidrográficas y la Capitanía de Puerto de Tumaco; el Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Cádiz (España) y el Instituto de Microbiología Aplicada de la Universidad Justus Liebig (Alemania), publicaron el estudio Contenido de la basura de las playas y manglares colombianos: resultados de las costas del Caribe y el Pacífico, en la revista Journal of Marine Science and Engineering, que halló que el 93.6% de los desechos acumulados en los sitios estudiados fue el plástico: 94.7% en el Caribe y 89.5% en el Pacífico.
En las siete áreas mangláricas que revisaron en Atlántico -Puerto Colombia, Ciénaga de Balboa, Puerto Caimán y Aguamarina- y Magdalena -Parque Salamanca- encontraron una mayor acumulación de tapas plásticas (10%) y palitos de confites (4.8%). En las dos zonas inspeccionadas en Tumaco -El Morro y el complejo de la Dimar- lo que más hallaron fueron bolsas plásticas (13.5%).
Otros residuos encontrados en los manglares fueron ropa, vidrio, metal, papel, madera procesada y caucho, con una abundancia por metro cuadrado de 1.29 artículos en el Caribe y 1.13 en el Pacífico.
Hernando Sánchez Romero, doctor en Ciencias Naturales, y Hernando Bolívar Anillo, doctor en Recursos Agroalimentarios, profesores de Unisimón, advierten que las basuras acumuladas afectarán la regeneración y degradarán los bosques de mangles.
Sánchez y Bolívar señalan que el daño de los manglares es de las peores amenazas para la producción alimentaria en los mares, ríos y lagunas.
Un ejemplo de lo que afirman es el grave impacto social y económico por la destrucción sostenida de la Ciénaga Grande de Santa Marta, en especial su bosque de manglar que de 51.150 hectáreas en 1956 pasó a 17.760 hectáreas en 1995, es decir se perdió el 65%. Esa degradación ocasionó en 1969 una mortandad de ostras y prácticamente estos moluscos, uno de los recursos más importantes de la región, desaparecieron; en 1967 el gran humedal era una importante zona pesquera con una producción anual de 27.000 toneladas, pero por la destrucción del manglar en 1987 la producción se redujo dramáticamente a sólo 1.785 toneladas. Pese a la leve recuperación en los años siguientes -5.113 toneladas- las capturas de peces, moluscos y marisco no ha vuelto a ser la misma.
Sánchez recuerda que en Atlántico, hace 100 años, había unas 20.000 hectáreas de manglares, de las cuales 10.000 estaban en lo que hoy es la zona portuaria de Barranquilla y Bocas de Ceniza. Actualmente, en todo el Departamento hay sólo 400 hectáreas en la zona litoral, con lo cual “perdimos una de las barreras de protección más importantes” contra el cambio climático y fenómenos destructivos como los huracanes que en estos tiempos son una gran amenaza.
Alertan los investigadores que la salud de las 400 hectáreas que quedan no es la mejor, especialmente por daños ocasionados por el hombre para adueñarse de tierras, lo que en la mayoría de los casos podría hacer irreversible su recuperación, explica Bolívar.
Destaca el profesor Hernando Sánchez que en Colombia hay pocos estudios sobre el impacto y la distribución de la basura en bosques de manglares y de ahí la importancia del que hicieron para evaluar y caracterizar dicho fenómeno en el Caribe y el Pacífico, donde recogieron 2.664 artículos de basura de más de 2 centímetros de largo, en diciembre de 2021 y en enero y agosto del año pasado cuando concluyeron el estudio.
Paralelo a los daños ambientales, los investigadores muestran su preocupación por los efectos que en la salud de los humanos puede generar la acumulación de microplásticos en peces, crustáceos y moluscos que forman parte de la dieta diaria de las personas.
Sánchez habla de lo que en este tipo de investigaciones llaman “contaminación emergente” producida, entre otros factores, por el microplástico que, además de amenazar la salud de los humanos, ya está afectando el proceso reproductivo de las especies en mares y ríos.
En momentos en que a nivel mundial se habla de la importancia de frenar el cambio climático por todas sus afectaciones, los investigadores de Unisimón guardan la esperanza de que los bosques de manglares sean objeto de “cuidados especiales y de una intensa preservación” por el papel ambiental que juegan al controlar y capturar el dióxido de carbono -CO2-, gas de efecto invernadero.
Los investigadores hicieron un llamado a que cada persona en las zonas urbanas tome conciencia de la importancia de hacer una adecuada disposición de desechos como plásticos, tapabocas, metales y pedazos de tela para evitar que estos lleguen a arroyos y ríos y sean arrastrados a ciénagas o playas; también les pidieron a las autoridades ambientales que hagan cumplir las normas sobre los plásticos de un solo uso, que implementen programas de educación ambiental y de disposición de residuos de parte de turistas, comerciantes y habitantes de zonas costeras.
Por tratarse de ecosistemas de alta fragilidad, la tarea pendiente es cómo idear planes para retirar la basura de los manglares sin dañarlos.